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La Depresión Anaclítica (Privación Emocional Parcial


Es difícil exagerar el papel que la interacción entre un bebé y su cuidador juega durante el primer año de vida del niño, el cuidador es para el bebé un objeto, encargado de protegerlo, satisfacer sus necesidades, organizar su vida afectiva e introducirlo al mundo.

En una investigación clásica llevada a cabo a partir de observación natural de 19 niños en una casa cuna, Rene Spitz confirma la importancia del cuidador para el niño, al describir lo que él llamó depresión anaclítica, síndrome que describiremos a continuación

Por lo regular un niño que desarrolla esta condición muestra hasta el sexto mes un desarrollo afectivo, social, cognitivo y motriz normal, no obstante, durante la segunda mitad del primer año el pequeño comienza a desarrollar una conducta lloriqueante que después de algún tiempo da paso al retraimiento, esto se acompaña de pérdida de peso, insomnio, resfriados intercurrentes, retraso en el desarrollo de la personalidad y un posterior retroceso gradual en las esferas afectiva y social; después de tres meses en estas condiciones, el lloriqueo y retraimiento es reemplazado por una rigidez en la expresión en la cual en niño se queda tendido con los ojos inexpresivos muy abiertos, las facciones inmóviles, congeladas y una mirada distante, pareciera que el pequeño estuviera desconectado del mundo exterior.

Algo significativo del síndrome consiste en la dificultad que existe en acercarse al niño, ya que éste muestra una franca repulsa hacia los adultos, no obstante, cuando se logra vencer esta repulsa inicial, el niño muestra un apego desesperado hacia el adulto.

En una mirada más cercana, se puede establecer el curso típico de esta condición: regularmente durante el primer mes del síndrome el niño se vuelve llorón, exigente y tiende a asirse de forma desesperada a una persona cuando ésta logra tener contacto con el niño y vencer su rechazo inicial; para el segundo mes, el lloriqueo se convierte en gemidos, se inicia la pérdida de peso y existe una detención en los índices de desarrollo; ya para el tercer mes, el niño niega cualquier tipo de contacto, yace postrado, se inicia el insomnio y continua la pérdida de peso, junto con una tendencia acusada a contraer enfermedades intercurrentes, retraso motor generalizado e inicio de la rigidez facial.

Es difícil no comparar la sintomatología y la expresión facial de estos infantes con la que se encuentra en adultos que padecen depresión, no obstante es sumamente importante distinguir la depresión anaclítica de la depresión en adultos.

¿Cuáles serían los factores precipitantes de este cuadro clínico sería la pregunta lógica?; la investigación de Spitz lo llevó a concluir que todos los niños que desarrollaron esta condición, en cierto momento entre el sexto y el octavo mes de vida, fueron súbitamente privados de su principal cuidador por un periodo ininterrumpido de tres meses; la misma investigación reveló que al volver a tener contacto con la madre o al desarrollar una relación significativa con un nuevo cuidador la condición de los niños mejora, no obstante, si la privación dura más de 5 meses la sintomatología entera cambia y se produce un síndrome conocido como marasmo, el cual afecta al desarrollo de tal manera que ya no existe remisión posible.


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